Detalles de la ruta
-
Vistas: 707
Descripción
Josep Batlló era miembro de una acaudalada familia de Olot que amasó una gran fortuna con el negocio textil.
Sus antepasados iniciaron un imperio con la fabricación de gasas, muselinas y géneros de punto, con un gran sentido empresarial basado en exportaciones a todo el mundo y con una gran capacidad de innovación tanto en los procesos de fabricación como en las materias primas.
Para ello construyeron varias fábricas como la Batlló, actualmente “Escuela Industrial” que comportó la creación de todo un barrio obrero a su alrededor o Can Batlló en la Gran Vía, cerca de la Plaça Cerdà.
Josep Batlló se casó en el año 1884 con Amalia Godó hija de político liberal y fundador del diario la Vanguardia y en 1903 compraron el edificio construido por Emili Salas en 1875 en el Passeig de Gracia , 43 por lo que hoy serian unos 3000 € sin duda toda una fortuna para la época.
En las primeras plantas de este edificio querían fijar su residencia, como era habitual en la época, por este motivo el nombre de “principal” a la planta, y el resto destinarlo a viviendas de alquiler, si bien con el tiempo fue ocupado casi en su totalidad por los hijos. El edificio no era del agrado de los Batlló y por este motivo en principio se pensó en derribarlo, si bien posteriormente decidieron simplemente reformarlo y para ello contrataron los servicios del ya famoso arquitecto Gaudí.
Se pretendía reformar la primera planta para lo que se solicitó permiso de obras en el Ayuntamiento pero finalmente se quiso reformar la totalidad del edificio, por lo que se volvió a solicitar otro permiso, pero claro, dada la habitual falta de rapidez de autorización por parte del Ayuntamiento, las obras se iniciaron sin la correspondiente licencia.
Un Guardia Municipal cursó una denuncia por esta irregularidad que llevó a eternizar aun más la autorización por parte del ayuntamiento, por lo que se acabaron la obras sin ningún permiso el cual fue concedido muchos años después previo pago de las correspondientes multas.
El resultado fue un espléndido edificio que evoca formas orgánicas de la naturaleza haciendo un verdadero desafió a conceptos básicos de la arquitectura y con un tejado que alberga los depósitos de agua que dan forma a la espalda de un dragón.
Los más mínimos detalles fueron estudiados por el arquitecto y sus colaboradores, tanto en su exterior y su interior lo que motivó continuas rectificaciones del proyecto inicial.
Espacios interiores irregulares, escaleras, la cochera de los bajos, chimeneas, techos patio trasero (que por desgracia no conserva el suelo original) e incluso los muebles, todo fue diseñado por Gaudí por lo que las visitas durante las obras fueron diarias por su parte, incluso en ocasiones sin bajar de su carroza daba las instrucciones a los operarios.
La expectación de los Barceloneses fue total durante su construcción y bautizaron el edificio con diferentes nombres como “el cementerio”, “la casa del drac“ o “la casa de los huesos”, el hecho es que el edificio situado en la manzana de la discordia, no dejaba indiferente, al punto que al finalizar su construcción el Sr. Pere Milá corrió en búsqueda de Gaudí para solicitarle la construcción de un edificio que acabó denominándose la Pedrera.
Las hijas de Batlló que heredaron el edificio en 1940 procedieron a venderlo a la Compañía de Seguros Iberia creada en 1953 un año antes de comprar el edificio y cuyo principal accionista era la familia Bernat propietaria de Chupa Chups.
La compañía poco antes de la quiebra definitiva fue comprada por una peseta por acción por Ruiz Mateos pero el edificio siguió en manos de los Bernat que poco tiempo después lo abrieron al público.
El carácter abierto e innovador de los Batlló no evitó que durante la construcción del edificio sufrieran tanto por los problemas administrativos como por la incertidumbre del resultado final de las obras, por ejemplo la Sra. Amalia se mostró en todo momento preocupada por las formas curvadas de los interiores y en una ocasión le comentó a Gaudí que con la configuración que le estaba dando a las estancias no podría colocar el piano de su hija a lo que el genio le contesto “pues sería mejor que aprendiese a tocar el violín”.