Detalles de la ruta
-
Vistas: 1133
Descripción
En la actual casa Bellesguar, antes castillo, vivía el rey “Martí I el huma” también conocido como el eclesiástico.
Gaudí rehabilitó el edificio y conservó algunos de los escudos en piedra de esta dinastía que procedía directamente de Carlomagno y de la que Marti I fue su último representante al morir este sin descendencia.
El rey, falleció en 1410 con 54 años consecuencia de una salud muy delicada, muy probablemente por su exagerada obesidad que no le permitía ni siquiera estar en una cama, pues se ahogaba, por lo que permanecía siempre en su majestuoso trono, rodeado del servicio, médicos y oportunistas.
El trono esta hecho en láminas de plata dorada que recubre una estructura en madera y ebanistería, con piedras preciosas y es del más puro estilo gótico flamígero; curiosamente tiene unas bisagras que lo hacen portátil sin apenas dificultad.
La leyenda dice que quien se siente en el trono será el próximo rey de la corona de Aragón, por lo que sabedor de que no tenía descendencia y ante la incertidumbre de quien sería el sucesor, tema que se solventó más mal que bien, después de su muerte, con el tratado de Caspe, este procedió a dejar el trono en herencia a Jesús todo poderoso, por lo cual el trono pasó a ser custodiado por la Catedral de Barcelona, lugar donde puede verse actualmente.
Además, el trono tiene tres coronas de las cuales dos se sabe que pertenecieron al rey Martí y a la reina que falleció un año antes que él, también tiene las piedras preciosas que en realidad eran regalos que hacían los nobles con la condición de que al año pasaran a ser vendidas y el dinero entregado a los pobres, hecho que al parecer no sucedió.
El trono ha salido en contadas ocasiones de la Catedral, por ejemplo en 1952 con motivo del Congreso Eucarístico o en 1985 para una exposición celebrada en el Museo Diocesano, donde al parecer se sentó en él una pobre monja que recibió una gran reprimenda, pero sin duda la más sonada fue cuando Himmler en 1940 llegó a Barcelona y procedió a llevársela, como trofeo para Hitler, aunque por suerte finalizada la guerra, los aliados lo encontraron en un recinto a las afueras de París y volvió a la Catedral, de donde nunca debería haber salido.