Detalles de la ruta
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Descripción
No siempre ganan los buenos.
En 1887 el alcalde Rius i Taulet llamó a Pere García Fària , para dirigir el saneamiento y la higiene de la ciudad y muy especialmente todo el sistema de alcantarillado generado por el plan Cerdà. Con los proyectos en marcha, Pere recibe la visita de un tipo para pedirle que las obras se realicen sin subasta para que un determinado grupo constructor se haga cargo de ellas, a cambio le promete como mínimo medio millón de pesetas. Garcia Fària hizo caso omiso y los caciques no obtuvieron la concesión de obras. La venganza se materializó pronto, al conseguir que fuera destituido. (la Vanguardia/Permanyer 7/2018)
¿Pero quién era Pere Garcia Fària?, pues sus padres, acomodados portugueses, habían comprado nada menos que la cartuja de Escala Dei, puesta en venta con la ley de desamortización y él que ya nació en Barcelona en 1858, estudió Ingeniería y Arquitectura.
Ocupó diferentes cargos en el Ajuntament de Barcelona y fue nombrado jefe de ingenieros, realiza infinidad de proyectos tanto de saneamiento en la ciudad como en el Baix Llobregat y los mejores estudios topográficos y demográficos de la época.
Después de su destitución pasa a formar parte del cuerpo de ingenieros del estado, desarrollando una importante labor tanto en canalizaciones como en el desarrollo ferroviario del país.
Paralelamente desarrolla trabajos de arquitectura siempre ligados a obras públicas como las aduanas de Barcelona de la mano de Enric Sagnier.
Hombre incorruptible, se buscó muchos enemigos entre constructores y caciques de todo el país, que consiguieron arrinconarlo, haciendo correr la voz en prensa de que se trataba de un anarquista y chapucero, al punto que hicieron pasar carros sobrecargados para provocar hundimientos en el sistema de cloacas y desprestigiarlo, consiguiendo que fuese condenado a un total olvido.
Murió en 1927 en su magnífica residencia de lo que hoy sería Avinguda de la Riera de Cassoles, 15, era una magnífica mansión de tres plantas con una impresionante porchada con aires árabes igual que las ventanas y una zona ajardinada a su alrededor, enteramente diseñada por él, que llamó Villa Rosita y que después de su fallecimiento fue derruida y ahora ocupada por un sórdido edificio de diseño funcional e intrascendente.
El alcalde Maragall que admiraba a este gran servidor del ajuntament quiso rendirle un homenaje bautizando una importante avenida de la nueva zona olímpica con su nombre.