Un héroe del Poble Sec

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Detalles de la ruta

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Descripción

Las dudas sobre quién era el autor de los negativos que acababa de adquirir la Comissió de la Diginitat, a unos descendientes de un soldado francés por 7000€, con fondos propios y aportaciones particulares, quedó resuelta cuando se publicó en diferentes medios de comunicación, una fotografía donde aparecía una muchacha con un soldado republicano. Se trataba de Montserrat Sureda, que al verla un familiar en un diario la reconoció y bastó con contactar con ella para que confirmase que el soldado era su marido y el autor de la fotografía el gran Francesc Boix.
Francesc nació en el seno de una familia de clase media del barrio Poble Sec, de madre Aragonesa y padre Catalán, que ejercía de sastre y tenía como afición la fotografía, llegando a transformar una habitación de su casa en estudio fotográfico.
Por este motivo Francesc desde muy joven mantuvo una gran afición a la fotografía trabajando ya desde los 14 años para diferentes medios.
El espíritu Catalanista de la familia y sus ideales le llevaron a afiliarse en el partido JSU y cuando se inició la guerra fue a luchar al frente también con su cámara a pesar de que solo tenía 16 años.
Acabada la guerra fue a parar al campo de refugiados de Vernet d’Ariège y posteriormente se integró en la División de trabajadores extranjeros para luchar contra el régimen nazi.
En 1940 cayó prisionero y fue internado en el campo de Mauthausen, si bien al ser fotógrafo lo destinaron al laboratorio, Francesc a escondidas consiguió acumular un importante número de negativos que desvelaban tanto el horror vivido como algunos de los ejecutores de aquel diabólico plan.
Los negativos fueron entregados a una vecina del campo de concentración que supo esconderlos, aunque en ningún momento supo su contenido. Estos reaparecieron juntamente con Boix en el juicio de Nuremberg, para estupor de los allí acusados que en ningún momento esperaban que se presentasen pruebas de este calibre.
Francesc murió con solo 30 años mientras cubría un reportaje sobre el Tour de Francia, sus problemas de riñón y la tuberculosis que sufrió en su cautiverio le dejaron una salud maltrecha.
Aquel joven que vivía en un edificio de 1900, de construcción racionalista, en un piso de 70 m2 de la carrer Margarit, 17 del Poble Sec y que debería haber sido un orgullo por su valentía, fue enterrado en un cementerio de Paris. Esta ciudad, una vez pasaron los años legales para mantener los restos en dicho cementerio, avisó al gobierno Español, que procedió a encogerse de hombros, por lo que la Comissió de la Dignitat lucha aún para su traslado al cementerio de Montjuïc no muy lejos de su casa.
Si bien es cierto que el ayuntamiento ha bautizado una plaza, una biblioteca y a colocado una inscripción en su edificio.